Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora
El cine de España se pone hollywoodense y,
aunque pareciera que no, si uno saborea con gusto la película Grand Piano
verá que ahí está la imagen sofisticada y el descocado sentido del humor que
caracteriza al cine español.
Lo anterior no significa, por supuesto,
que la historia no esté enraizada en el cine más clásicamente hollywoodense,
pero a la típica historia de suspenso Grand Piano agrega su
belleza colorida, el contraste en los colores, la cámara en el sitio
insospechado (perfecto) y sobre todo un guión que mantiene al respetable al
borde del asiento.
Elijah Wood hace a un pianista medio
traumado que está a punto de volver al escenario luego de una ausencia de cinco
años en que se ha dedicado a estudiar una “obra imposible” y a aparecer en los
tabloides de espectáculos como esposo de la actriz de moda. Durante el clímax
de la película la esposa en cuestión demostrará, sin embargo, que es más que
una cara bonita. La escena es espectacular.
Grand Piano parece cine de los años cincuenta,
pero lo digo como un elogio. Tiene algo de Hitchcock, no tanto por el suspenso
como por la complejidad psicológica del protagonista y, sobre todo, porque las
cosas no son nunca lo que parecen. Difícil ahondar en este tema aquí sin vender
trama; baste decir que la historia de Grand Piano gira en torno a
un virtuoso y la película es, en sí misma, virtuosa. Para exponer este punto
vale la pena definir lo que entiendo por virtuosismo desde el punto de vista
musical. Virtuosa es una obra que por su dificultad requiere de virtudes
por parte del pianista. A menudo estas obras carecen de profundidad; sin
embargo, hay otras que además del virtuosismo ofrecen al auditorio una nueva
perspectiva con respecto a las posibilidades técnicas del piano y de la música
en sí misma. El Primer Concierto para Piano de Tchaikovski es de
esta clase. No es casual, por tanto, que el concierto que Selznick interpreta a
lo largo de la primera parte de Grand Piano tenga un aire que
recuerda el tercer movimiento de esta obra. El director, el intérprete y el
compositor (los tres igualmente importantes en esta película) están queriendo
decir que, efectivamente, su obra es como un buen concierto de piano. No se
trata solo de la dificultad (el filme está rodado en una sola locación y sin
elipsis, es decir, sin cortes en el tiempo, solo al final: en esto radica su
virtuosismo), se trata sobre todo de que estas dificultades en la producción
tienen sentido, no son solo efectos o fuegos artificiales. Así que Grand
Piano resulta una excelente película.
Eugenio Mira es español. Los productores,
el compositor y el fotógrafo son españoles. La película, sin embargo, goza del
dinero de Estados Unidos y se nota. La tradición del cine de España se une al
espíritu del mejor cine de California. El resultado es una historia llena de
sorpresas y golpes dramáticos. Una película de
referencias clásicas y una que otra licencia de autor que en realidad se
perdonan porque Grand Piano termina por ser una película
entretenida, asombrosa y, en suma, llena de virtuosismo.
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Grand Piano. Dirección: Eugenio Mira. Guión:
Damien Chazelle. Música: Víctor Reyes. Fotografía: Unax
Mendía. Con Elijah Wood, John Cusack, Kerry Bishé. Francia, Italia, 2013.
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