Por: Fernando
Zamora
@fernandovzamora
Fernando Eimbcke
dejó de hacer videoclips para entrarle al cine apenas hace diez años cuando Temporada de patos se hizo famosa
por mostrar a los adolescentes como lo que son. En un mundo en que los medios venden
la adolescencia como una edad más bien enferma, los protagonistas de Eimbcke
sobresalían entre otras cosas por el candor de quien lleno de angustias se
encuentra invadido de hormonas que matan a un niño que apenas ayer gozaba de
buena salud.
Después de Temporada de patos vino Lake Tahoe. Parecía una
segunda parte de la misma historia: un adolescente tenía que buscar la pieza de
un coche descompuesto. Vista la cosa en plan hermenéutico uno podía ver que el
muchacho traía adentro la pieza rota.
Hoy está en
cartelera Club sandwich, una
comedia en la que Eimbcke retoma los temas que le preocupan. Hace bien. En la
historia del cine hay dos clases de directores: quienes como Kubrick o Coppola
son capaces de tocar cualquier tema desde cualquier género y quienes, como
Almodóvar o Woody Allen, siempre giran, de una u otra forma, en torno al mismo
lugar.
La semana pasada
terminaba yo mi texto en este espacio con una pregunta triste: ¿por qué será
que el mejor cine de México se está haciendo en Estados Unidos? Club sándwich parece responder a la
pregunta en forma sorprendente: “también en México se hace hoy por hoy muy buen
cine”. Con el presupuesto del catering
de Birdman de González
Iñárritu, Eimbcke ha producido en nuestro país una extraordinaria película que
pareciera la tercera (y culminante) emisión de aquella misma historia sobre la
que el artista vuelve cada vez.
Club sándwich
retrata de nuevo las aventuras y desventuras de la compleja relación madre-hijo,
la irrupción de la sexualidad y esa angustia disfrazada de desinterés que
producen los incipientes cambios en el cuerpo. La película está contada (y éste
es solo uno de sus grandes logros) en forma absolutamente visual. Lo que se
dice es lo de menos, lo que se calla es lo de más. Si un personaje pide que le
traigan unas papas, lo que está pidiendo en realidad es que lo dejen solo y eso
es algo que solo se logra cuando se tiene una magnífica dirección y buenos
actores.
Club sándwich
es la culminación de una sola historia en la que el protagonista es el
director; un director cuya historia personal vamos descubriendo película a
película, un poco como Tarkovski, quien también estaba obsesionado por los
mismos temas: el pasado, la influencia de los padres, la inutilidad del amor.
Con diferentes recursos, Eimbcke es un artista que no necesita de decenas de
películas para conseguir esa pieza rota que el personaje de Lake Tahoe está buscando toda la
película. Eimbcke, tengo la impresión, la está buscando en el arte. El
adolescente de todas estas películas es él mismo: un hombre interesado en el
paso del tiempo y en el fin de la infancia. Una vez en una comida con Vicente
Leñero le pregunté: “¿estás consciente de que eres el mejor director de cine de
este país?” Él me espetó una sonrisa de niño y cambió el tema. Nos pusimos a
hablar de bicicletas.
Dirección: Fernando Eimbcke. Guión: Fernando
Eimbcke. Fotografía: María Secco . Con Lucio Giménez Cacho, Carolina
Politi, María Renée Prudencio. México, 2014.