viernes, 3 de agosto de 2012

El cine degenerado


“¿Están locos en Austria?”, gritó furioso un crítico de cine. Corrían en Cannes los créditos de Michael, la película de Markus Schleinzer, historia de un pedófilo a quien el director dice retratar en su vida “normal”. ¿Qué es eso de la vida “normal” de un personaje como Michael? Habrá que verlo. La historia está basada en el caso Kampusch, la niña vienesa que vivió secuestrada ocho años en un ático. Schleinzer vuelve la cosa todavía más siniestra. Limita la relación a unas semanas, hace que el pedófilo sea heterosexual por las tardes y homosexual cuando se trata de niños, le escribe escenas que develan deseos asesinos y total que todo resulta barroco por más que la cámara se esmere en esa simplicidad que está de moda. Lo interesante de Michael estriba en el grito del crítico. Si echamos un ojo a la genealogía de este personaje, veremos que está relacionado con algunas de las obras de arte más inquietantes de la tradición occidental. Michael prueba, además, que cuando una obra sólo quiere escandalizar, tarde o temprano se rompe su encanto. Una cosa es ser Michael Haneke y otra muy distinta ser cineasta de nota roja.
En Estados Unidos la regla dice que si te da por retratar pedófilos en su vida “normal” no llegarás a Hollywood. Michael Cuesta retrató el deseo entre generaciones (L.I.E., 2001) y Gregg Araki retrató las consecuencias del abuso sexual en la infancia (Mysterious skin, 2004). El pecado de Cuesta fue retratar a un hombre que liga adolescentes (no niños) sin “juicios sumarios”. El pecado de Araki fue constatar que hay algo que se llama sexualidad infantil. A Freud también quisieron quemarlo por eso. El grito contra los austriacos comienza a cobrar sentido. A la caída del Imperio austrohúngaro, muchas de sus obras pictóricas y literarias se volvieron francamente perversas. La Austria de Mozart se transformó en la Austria del Entartete Kunst, ese Arte Degenerado que provocaba a los nazis. Con Michael, Markus Schleinzer sigue los pasos de Michael Haneke quien en 1997 dirigió Funny games. La diferencia, claro, entre el “Arte Degenerado” y el arte burgués que quiere enrojecer a la burguesía para conquistar el mercado del “cine de arte” (un deseo muy mexicano) está en la posición que toma el artista frente al consumismo capitalista. Está (en Michael) en la decencia social y política del personaje perverso que guarda un niño en el ático. La cosa es política, no estética. Lo que pone nervioso no es sólo la pedofilia de Michael sino, sobre todo, su respetabilidad. Michael Haneke y Markus Schleinzer luchan (como aquellos pintores de los años treinta) contra una sociedad que sigue tan podrida como la que dio origen a Hitler. Tal vez sea cierto el grito del crítico después de todo. Puede que estén locos los artistas austriacos. Lo están porque el transmodernismo de los países post-industriales es todavía más loco. Elfriede Jelinek lo constata. La perversión sexual retratada en el arte austriaco está muy por encima de quienes, para llegar a Cannes, filman un escandalito burgués.

FICHA
Michael (Michael: crónica de una obsesión). Dirección Markus Schleinzer. Guión Markus Schleinzer. Música Lorenz Dangel. Fotografía Gerald Kerkletz. Con Michael Fuith y David Rauchenberger. Austria, 2011 

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