jueves, 29 de noviembre de 2012

La herencia de Eastwood



Por: Fernando Zamora
Eastwood es uno de los mejores directores de cine. Y no estoy lanzando hipérboles. Tres películas bastan para justificar mi afirmación: Unforgiven, The bridges of Madison County y Mystic river.
Pero Eastwood es además un icono; es Dirty Harry y, a la altura de Bette Davis, es el único actor vivo que sabe jugar tretas a la muerte. Se burla de ella con sus tics reales en la vejez. En Trouble with the curve pareciese estarnos diciendo con voz cascada: “Soy inmortal”. Y lo es. Deja aquí el legado más importante que puede dejar un maestro: una escuela con su propia visión del arte.
Robert Lorenz dirige su primera película y, en ella, a su propio maestro. Fue un trayecto largo desde que comenzó como asistente de producción en Malpaso, la compañía de Eastwood. Fue segundo asistente de dirección, primer asistente de dirección, productor en línea y hoy director.
Trouble with the curve es una obra fundamental en la filmografía de Eastwood; en ella el maestro cambia estafeta. Ha escogido sucesor y lo ha escogido bien, tanto que el tema se presta para la reflexión estética. Trouble with the curve es un retrato de cuerpo entero de Eastwood: Gus es un viejo contratista de beisbol y tiene además todas las características del icono de cine: carácter rudo, agnosticismo de corazón cristiano, el empuje de un hombre que se resiste a dejar de trabajar y que lo pasa bien mal viendo cómo los tecnócratas, con la arrogancia que los caracteriza, tratan de sustituir el talento con máquinas que escriben guiones, fotografían películas y actúan obras de teatro.
Gus, como Eastwood, está cansado, pero como Eastwood quiere morir trabajando. Gus va y viene por Estados Unidos buscando en los juegos de beisbol amateur a la futura estrella profesional.
Hay en Trobule with the curve dos enfrentamientos que se resuelven en dos herencias. Por una parte está el hombre que sabe tanto de beisbol que solo con escuchar la forma en que el bat corta el aire entiende que el bateador tiene un severo problema con las curvas. Este hombre se enfrenta con el tecnócrata que sin ir a los juegos escolares cree que todo lo puede resolver en su oficina haciendo análisis estadísticos. Al otro lado del espectro está la pugna entre un engreído y rubicundo estrella de beisbol amateur que se enfrenta con un nuevo deportista natural: un joven mexicano, humillado y —adivinamos— indocumentado que se gana la vida vendiendo papitas en los juegos no-profesionales. Hay otras tramas que se enredan en la película pero vale la pena mirar estas dos. Lorenz subraya el empuje de una nueva generación americana que emerge, como ya sucedió en los años veinte, de entre los desheredados. Es una generación que quiere adueñarse del mundo. Esta es la  herencia de América, la reciben los indocumentados que no se contentan con vivir en segundo plano. Está además la herencia de Eastwood. Lorenz es heredero de la sabiduría de un viejo Harry que sabe que se acerca la muerte. Él la espera con la frente en alto. Con honor.

Trouble with the curve (Curvas de la vida). Dirección Robert Lorenz. Guión Randy Brown. Fotografía Tom Stern. Música Marco Belrami. Con Clint Eastwood, John Goodman y Justin Timberlake. Estados Unidos, 2012

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