viernes, 16 de mayo de 2014

La ambigüedad de la violencia

Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora

Un toque de pecado de Zhangke Jia hila cuatro historias en torno a una violencia seca y a menudo trivial. El tema en el Festival de Cannes resultó por supuesto un éxito. Tanto que al director le entregaron la presea como guionista. Y yo en mi papel de preguntón profesional me digo: ¿será que Cannes sigue premiando sus propios prejuicios? Puede que sí. Un toque de pecado es el mosaico de un país en que el capitalismo salvaje (sistema mixto le llaman los chinos) ha dado al pueblo más miseria que progreso. Ya se sabe que esa clase de discursos pega bien en Cannes, así que ¡tenga su premio!

De las cuatro historias la primera es sin duda la mejor, entre otras cosas porque encuentra uno influencias de Dostoievski. Zhangke Jia parece querer analizar el alma humana desde el sinsentido del mal. Así, cierto caballo golpeado sin compasión (que remite directamente al caballo en el sueño de Raskólnikov) no tiene otro propósito que “denunciar” al mal por el mal mismo. Se trata de un mal muy romantizado que se elabora en cuatro historias que están más al servicio de impresionar a cierto público que a explorar el porqué de la violencia humana.

En las otras tres historias es fácil perderse. ¿La violencia es producto de la alienación? ¿Del cambio de sistema? ¿Del mal por el mal mismo? Si ésta fuese la respuesta los personajes tendrían algo del protagonista del No matarás de Krzysztof Kieslowski aunque la diferencia estriba en el tono: el director polaco se hacía una pregunta poética y no, como aquí, elegiaca.

Modernidad, dicen los antropólogos, no es que un país pueda vender lo que le venga en gana, regulado tan solo por el mercado. En un país moderno el arte y la investigación científica son libres de la moral políticamente reinante y es en este sentido que Un toque de pecado resulta importante (tal vez por eso cierra la desangelada 56 Muestra Internacional de Cine). Es una crítica sin velos que no ha sufrido censura del gobierno.

La fotografía es deliciosa: sobre el cielo gris de contaminación e invierno, los rostros asiáticos se ven más hermosos, los colores resaltan y uno penetra la psique de un creador que sabe que ver morir divierte cuando se filma con elegancia. El comentario social es el más complicado de definir (y es claro que hay un comentario social). Zhangke Jia está evidenciando tal vez que en el estado actual de las cosas en China cualquiera de esas cuatro historias podría suceder en otra parte del mundo, así que bienvenidos a la globalización. Un infierno. Violencia por la violencia misma. Cuando despertamos, el caballo de Raskólnikov seguía aquí.

Uno busca el comentario social porque la violencia que une este mosaico chino está lejos de ser una farsa o un divertimento como los de Tarantino o el maestro Chan-wook Park, en cuya violencia era inútil detenerse porque era gratuita y hermosa o, mejor, era gratuita justamente por hermosa. Aquí no. Los asesinatos salpican y uno termina preguntando: ¿por qué? La respuesta, creo, es ambigua. Tan ambigua como esa China que tanta curiosidad sigue causando en Occidente.
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FICHA TÉCNICA:
 Un toque de pecado (Tian zhu ding). Dirección: Zhangke Jia. Guión: Zhangke Jia. Música: Giong Lim. Fotografía: Yu Likwai. Con Wu Jiang, Lanshan Luo y Li Meng. China, 2013.

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