viernes, 4 de julio de 2014

El regreso de Sherezada porno

Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora
Lars von Trier quisiera que uno, después de ver la segunda parte de Ninfomanía, saliese consternado, lleno de dudas, con un remolino de cuestiones en torno a la sociedad represora, pero no. Esta Nymphomaniac II es tan aburrida como la primera y merece nuestra atención solo por la importancia que tiene su director. 

Como ya quedó establecido en la primera parte, Von Trier construye una suerte de parodia del cine porno así como Dancer in the Dark era una parodia del cine musical, eso queda claro. Las referencias a Sade y a Masoch también. Lo que a mí me consterna es que hay quien cree que esta película dice algo en favor de la sexualidad de la mujer. Desde el punto de vista político no encuentro su discurso ni un poco más evolucionado que el de Anna Karenina o Casa de muñecas. En aquellos tiempos, discutir en torno del deseo femenino y la posibilidad de ir más allá de la maternidad para encontrarse con el principio del placer sí que era transgresor. Hoy cualquiera con dos dedos de educación lo da por descontado, que las mujeres y los hombres tienen el mismo derecho a ejercer su sexualidad. En verdad que no entiendo cómo alguien puede creer que Lars von Trier está diciendo algo en favor de la emancipación sexual. 

Al contrario. Si uno mira la trayectoria del director y se detiene a pensar qué decía en Anticristo y qué dice en Nymphomaniac I y II (en cierto sentido, Nymphomaniac y Anticristo son la misma historia) verá que Lars von Trier castiga a sus personajes con más desdén que el Dios que tanto pretende atacar. Por ejemplo: cuando nuestra heroína ha llegado al fondo de su condición, cuando el antihéroe judío le ha explicado al público y a la mujer tontuela todo lo que el autor quería decir con su película, entonces la ninfómana se encuentra a un pedófilo. Y si no fuera una cuestión tan delicada, uno quisiera reír. Lars von Trier pone al pedófilo en el mismo lugar que a su heroína ninfómana. ¿En verdad son lo mismo? ¿Un hombre que desea violar a un niño en el parque tiene la misma estatura ética que esta niña que quiere recuperar la sexualidad que perdió durante un orgasmo místico? Pensémoslo bien porque si están en el mismo nivel, entonces la película está sobajando a su ninfómana al nivel de un criminal. En cuanto a directores que tocan el tema de la sociedad como represora de la sexualidad, prefiero a Todd Solondz. 

Es importante decir, claro, que al igual que la primera parte, la segunda emisión de Nymphomaniac es hermosísima. Hay un par de close–ups realmente eróticos; uno muy particular me recordó la pintura anónima de Gabrielle d’Estrés y su hermana tocándose los pezones. Además, la relación de la protagonista con la adolescente del final es tan hermosa que creo que con ella se hubiese podido detener el director para reflexionar más profundamente sobre el deseo sexual. ¿Por qué no lo hizo? Por moralista. La niña y la mujer no pueden amarse porque Lars von Trier es un moralista disfrazado de transgresor.
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Nymphomaniac II (Ninfomanía 2a parte). Dirección: Lars von Trier. Guión: Lars von Trier. Fotografía: Manuel Alberto Claro. Con Charlotte Gainsbourg, Stellan Skarsgård, Willem Dafoe. Bélgica, Francia, Alemania, Dinamarca, Gran Bretaña, 2013.

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