viernes, 8 de mayo de 2015

Un diamante del tamaño de la Luna

Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora


Ya era hora de que Jarmusch hiciera cine de vampiros. Había comenzado a tomarse demasiado en serio. Hacer cine vampírico tiene su chiste. Es verdad que siempre llegará (como el cine gay) a un público cautivo; también es cierto que hacer cine de vampiros lo enfrenta con una tradición larga, llena de sus propios códigos y referencias. Jarmusch consigue salir librado del reto con elegancia un poco pomposa.

Only Lovers Left Alive tiene de Jarmusch lo escueto y reflexivo. De la tradición vampírica el romance, un discreto sentido del humor y la grandilocuencia de las imágenes: “hay en el cielo un diamante del tamaño de la Luna. Vibra y en la inmensidad del espacio emite el sonido de un gong”. Esto lo dice ella, la vampira de pelos rubios y mal peinados. Ella es Eva. Intuimos que lo conoce a él desde el principio de los tiempos. Él es Adán, vive en Detroit (la ciudad más violenta y pobre de Estados Unidos). Colecciona guitarras eléctricas que le consigue un muchachito bobo. Él, vampiro al fin, desprecia a los zombis, a nosotros, los humanos. Ella en Tánger es amiga de Christopher Marlowe. Con él se droga bebiendo sangre fina. Por las noches se pierde contemplando el mar y releyendo a Cervantes y a Proust.

Durante la secuencia en que los amantes están a punto de reunirse (la más hermosa, excluido el final), ella empaca y él hace música. Acaricia primero una guitarra eléctrica y luego un violín. Ella roza sus libros de hojas amarillentas y abre la maleta. ¿Qué necesita un vampiro para viajar? Ataúdes no. “¡Sería tan siglo XV!” Necesita poesía: en chino, italiano; en árabe y español. La secuencia culmina cuando ella se encuentra en uno de estos libros un grabado de las puertas del paraíso de Ghiberti. ¿Acaso se reconoce? ¿Adán y Eva se han vuelto vampiros? Si fuese así, nos llaman a nosotros, sus hijos diciéndonos zombis.

Ya reunidos, él y ella pasean por Detroit que es en efecto la ciudad de un vampiro. Estuvo aquí hace mucho tiempo el taller de Henry Ford. Luego en este predio se levantó una fastuosa sala de conciertos que devino cine y luego estacionamiento. A Adán le horrorizan dos cosas de los zombis: lo que hacemos con la naturaleza y lo que hacemos con las cosas hermosas de otros vampiros como él. Durante una secuencia, la cámara recorre con parsimonia la pared del vampiro. En ella cuelgan retratos de Bach, de Poe, de Wilde; de Keaton, de Birdie, de Marlowe. No hay fotos de Shakespeare quien es, según dirá el vampiro Marlowe: “un plagiario analfabeta y arrogante”. Un zombi.

El encanto de esta película radica en una paradoja. A menudo es pedante como el mismo Jarmusch, pero a los vampiros ser pedantes les va bien. A éste que es sin duda uno de los cineastas más pedantes de todos los tiempos le caen los vampiros como anillo al dedo porque demuestran que en el fondo no se toma tan en serio y él, el vampiro cineasta, puede hacer chistes sobre sí mismo en espera de los amantes árabes a quienes vale la pena otorgar el don de la inmortalidad.

Only Lovers Left Alive (Solo los amantes sobreviven): Dirección: Jim Jarmusch. Guión: Jim Jarmusch. Fotografía: Yorick Le Saux. Con Tilda Swinton, Tom Hiddleston y Mia Wasikowska. Gran Bretaña, Alemania, Francia, Grecia, Chipre, 2015.


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