En la ingente filmografía de Woody Allen,
Blue Jasmine es lo que llaman un ave rara. Aquí están el guión
redondo, las magníficas actuaciones y una historia que se despega de la frivolidad
de sus últimos filmes. Blue Jasmine es una película cruel.
Hace año, Allen acudió a una puesta en
escena en el off Broadway para ver A Streetcar Named Desire,
clásico de Tennesee Williams. Ahí, lejos de los reflectores de Broadway y de
Hollywood, Allen tuvo el privilegio de encontrarse con
una verdadera actriz: Cate Blanchett. El crítico teatral del New York Times
escribió: “escuchar palabras tan conocidas en forma tan correcta es… es como
escucharlas por primera vez.” Algo similar debe haber sentido Woody Allen;
tanto que decidió escribir para Blanchett esta nueva aventura fílmica, Blue
Jasmine. Y ciertamente, el azar pareciese jugar a favor del director.
Hasta el nombre Blanchett, parece conectado, mediante algún ingenio metafísico,
con el del personaje clásico de aquel Tranvía llamado deseo. Cate Blanchett
interpreta a Blanche Du Bois.
Para no caer en obviedades, Blanchett en
el filme se llama, por razones que hay que ver, Blue Jasmine pero hay en ella mucho
del personaje de Tennesse William. Blue Jasmine es sin duda una de las
películas más serias de Woody Allen, lo cual no obsta para que dos o tres veces
venga la sonrisa e incluso, si uno lo permite, tal vez la carcajada.
La trama es un complejo comentario del
drama de Williams. Hay en ella la nostalgia de un pasado que no volverá. Y es
que Jasmine, socialité de la cultura más frívola del planeta, tiene
que ir a vivir con una hermana de la que ha estado distanciada. Su nueva vida
cotidiana la agobia y ella, ¿qué va a hacer? Detenida en un mundo que le queda
angosto (angosto y angustia tienen la misma raíz), Jasmine libra una batalla
perdida contra sí misma.
No soy lector de tarot. No tengo una
bola mágica, pero tengo la impresión de que, en el futuro, las películas de
Allen más apreciadas serán las piezas, esas que tanto deben a sus amados —y
estudiados— maestros nórdicos y rusos. Chéjov, Bergman, están aquí. El público,
claro, siempre quiere risas. He estado en salas en las que nomás aparece Allen
y, aún antes de que abra la boca o haga un gesto, la gente ya está soltando la
carcajada. Encasillado como Jasmine, en un pasado idílico, Allen sabe hacer reír,
sin duda, pero como demuestra en obras tan acabadas como Match Point
(una purgación de su vida cotidiana y sutil revisión del Ricardo III de
Shakespeare), el cineasta neoyorquino tiene deudas que pagar con el cine más
exquisito; ese que tiene influencias que sus fanáticos más risueños a menudo no
quieren ver.
Williams y Allen. Referencias cruzadas, inspiraciones
clásicas. No es que aquí vayamos a ver una reinterpretación, no. Allen no ha
caído nunca en la vulgaridad del robo flagrante y es más bien como esos
pintores del XIX francés que si encuentran algo interesante lo analizan, lo
hacen suyo, lo incorporan a su imaginario y lo transforman. Algo así sucede con
Blanche Du Bois que se ha vuelto un Jazmín azul.
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FICHA TÉCNICA:
FICHA TÉCNICA:
Blue Jasmine (Jazmín azul). Dirección:
Woody Allen. Guión: Woody Allen. Fotografía: Javier
Aguirresarobe. Con Cate Blanchetett, Joy Carlin, y Alec Baldwin. Estados
Unidos, 2013.
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