Fernando Zamora
@fernandovzamora
He escuchado que críticos de boina dicen que La vie d’Adèle
es aburrida y excesivamente larga. Otros se deleitan en el “cine lésbico”. Lo
aburrido es una cosa subjetiva, pero vale la pena discutir si dura demasiado y
si la ganadora de La Palma de Oro es “cine gay”.
Abdellatif Kechiche ha quitado al cómic de Maroh, activismo
político. Al mismo tiempo ha dado a la protagonista diversas clases sociales y
culturales. Los largos diálogos en que la protagonista lamentaba su “condición”
han desaparecido en la traslación a la pantalla. En cambio el director ha
escrito disquisiciones artísticas y literarias. Con ellas, Kechiche trasciende la
trama homosexual para introducirse en el universo espiritual de sus
protagonistas. Quien ve en La vie d’Adèle “cine gay” me parece
moralizante, con independencia de la preferencia sexual de quien le pegue la
etiqueta. Y sin embargo, las escenas sexuales son imprescindibles. Sin ellas no
podríamos entender el dolor físico de la amante separada del objeto de su
afecto. Es por esto, y sólo por esto, que la exploración del director resulta
un hito en la historia del cine, porque las escenas explícitas no son un fin,
son un medio para narrar. El amor entre Emma y Adèle no está puesto en la
pantalla con el objeto de espantar a la burguesía o de hacer sentir bien a las
minorías; están ahí porque narrativamente son
necesarias para explorar la psicología de las protagonistas. Es también
en este sentido que cobran fuerza las charlas filosóficas. Kechiche se propone
a sí mismo como continuador de la gran literatura francesa, esa que ha
explorado el deseo femenino desde el corazón de la señora Bovary. El interés psicológico
se manifiesta también en el Extremo close up que da continuidad a
toda la película. En el amor de las jóvenes actrices podemos ver las
incipientes várices, las uñas un poco sucias, los dientes amarillos, el pelo
mal cortado. Kechiche auténticamente se pega a la piel de sus actrices. Hubiera
sido incongruente obviar las escenas de alcoba, el realizador hubiese
traicionado su propia narrativa, su exploración espiritual. Quien se quede en La
vie d’Adèle con un “aburrido y largo cine de lesbianas”, probablemente
tenga dificultad para apreciar otro tipo de exploraciones psicológicas. Las del
Caravaggio, por ejemplo.
Además, Abdellatif Kechiche trasciende la discusión pequeño
burguesa, por eso no complace ni a activistas gay ni a moralistas de vieja
escuela. En filmes como La Venus noire Kechiche ha demostrado ya
que el arte vale más que las idolologías. La vie d’Adèle recrea
un chica-encuentra-chica que no obvia ni amor, ni deseo, ni sexo (tres cosas
que activistas y moralistas tienden a confundir). La protagonista no necesita
ni de filosofía ni de política para desear lo que desea; su amor, como la rosa,
es sin-por-qué. Adéle no compensa nada, no sublima nada, no se sirve de nada.
Como en el caso de Bovary, de Karenina, de la Nora de Casa de muñecas su deseo
sólo está completo en unión con un cuerpo que destruye todo lo banal de la
existencia.
FICHA
La vie d’Adèle. Dirección:
Abdellatif Kechiche. Guión: Abdellatif Kechiche y Ghalia Lacroix basados
en el cómic de Julie Maroh. Fotografía: Sofian El Fani. Con: Léa
Seydoux y Adèle Exarchopoulos, Francia, 2013.
Me decía a amiga que “La Vida de Adèle” le había encantado, entre otras cosas, porque le parecía una buena interpretación de los “Fragmentos de un discurso amoroso”. Y ahora que leo tu reseña y hallo esa línea de Barthes describiendo la forma de amar y sentir de Adèle, veo que quizá mi amiga no estaba equivocada.
ResponderEliminar“Saber que no se escribe para el otro, saber que esas cosas que voy a escribir no me harán jamás amar por quien amo, saber que la escritura no compensa nada, no sublima nada, que es precisamente ahí donde no estás: tal es el comienzo de la escritura.”
—dice Roland Barthes en sus Fragmentos… y tal vez podríamos adaptar eso a la última secuencia de “La Vida de Adèle”, cuando ella se va, por fin convencida de que Emma nunca más la amará pero que eso no cambia en nada lo que ella ha sentido (y quizá aún siente) por ella.
Saludos