@fernandovzamora
El Gran Hotel Budapest es una película rara.
Y lo raro incluye lo mejor… y lo peor. Que cada quien decida pues hay que ver
esta película, entre otras cosas, porque Anderson consolida en ella ese estilo
suyo hecho de escenas que más deben a la caricatura que al cine o la
televisión. Lamento constatar, sin embargo, que el director a veces se imita.
Hay una carta de amor como aquella que escribía el muchachito en Moonrise Kingdom. Misma situación,
misma carta. Pareciese falta de inspiración.
El Gran Hotel Budapest está vagamente inspirada
en historias de viaje de Stefan Zweig. Si alguien comparte con él nostalgias
por el Imperio (conozco a más de uno), la película le gustará. Después de todo,
el guión es un amplio elogio del espíritu de aquel tiempo de reyes bigotones;
es imagen de una civilización frívola de tan profunda.
Y es en este sentido que Hotel
Budapest recuerda aquel Underground
de Kusturica, aunque (hay que decirlo) Underground
llevaba la tragedia del fin del imperio hasta sus últimas consecuencias,
mientras que Hotel Budapest se queda en la superficie
de una farsa inútil pero divertida.
Por otra parte, si en Moonrise
Kingdom Wes Anderson había conseguido una voz que no se parecía a nada
en el universo del cine, aquí (por lo abigarrado de su diseño de producción, por lo barroco de sus chistes y aún por lo colorido de su
fotografía) recuerda la obra de los extravagantes Marc Caro y Jean–Pierre
Jeunet, dos genios que se perdieron en el glamur hollywoodense. Esperemos que a
Anderson no le suceda lo mismo.
La historia es simple pero con recursos narrativos complejos: una
muchacha llega hasta la estatua de un escritor y abre un libro. La voz
narrativa se traslada al escritor que comienza a contar cómo se hizo de esta
historia. La voz narrativa se va ahora hasta él mismo, pero cuando era joven y
conoció al dueño del Hotel Budapest. La voz narrativa es ahora la del envejecido
poseedor de este hermoso palacio venido a menos durante los años del comunismo.
No vale la pena hacer cuentas, las voces narrativas al interior del
Hotel Budapest son como una muñeca rusa dentro de otra muñeca rusa.
Tal vez sea gracias a una narrativa tan llena de malabares que uno
puede creérselo todo y aunque yo no veo la necesidad de tanto brinco, es verdad
que Anderson consigue contar cosas tan macabras como el ascenso del nazismo con
buen humor. No es poco, aunque el humorismo de pastelazo a veces trabaja en
detrimento de la fuerza simbólica que tienen otras películas que cuentan más o
menos lo mismo. Underground,
por ejemplo, que mencionaba atrás.
A mí la película me gustó aunque entiendo que no es un filme para
todos. Tiene el sabor azucarado de uno de esos pastelitos que suelen empalagar.
Una gotita de sabor amargo no le hubiese venido mal. Como sea, la historia es
lo de menos, la forma es lo de más. Si no entiende uno todo lo que murió con El
Imperio poco importa el cuento de este botones que se adueña del Gran Hotel
Budapest.
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The Grand Budapest Hotel (El
Gran Hotel Budapest). Dirección: Wes Anderson. Guión: Wes Anderson
basado en trabajos de Stefan Zweig. Música:
Alexandre Desplat. Fotografía: Robert
D. Yeoman. Con Ralph Fiennes, F.
Murray Abraham, Adrien Brody y Jude Law. Estados Unidos, Alemania, 2014.
Yo la vi y me quede bien en el aire, es una película muy inusual.
ResponderEliminarLed Lampen