Por: Fernando Zamora
Cantinflas, de Sebastián del
Amo, tiene una cualidad específica que la vuelve grande: no es una caricatura.
De este hecho, en apariencia tan simple, se siguen todas las otras cualidades
artísticas del filme. Para comenzar, la caracterización del catalán Óscar
Jaenada. Todos los que hemos padecido las películas que sobre la historia de
México se producen aquí sabemos lo que es un personaje acartonado. La cara de
ídolo de Juárez, el bigote bien peinado de Díaz y aun el rostro libidinoso de
Hidalgo en el último despropósito fílmico-histórico nacional, la
“desmitificación” de Hidalgo, son poco más que una caricatura y, ya lo dijo Queta
Garay, a mí “las caricaturas me hacen llorar”. Jaenada es un extraordinario actor
le guste a quien le guste, tanto que es capaz de imitar el acento en inglés de
un mexicano. Y no estamos hablando de cualquier mexicano: del que llevó el argot
nacional a las alturas del arte. Jaenada tiene todas las cualidades para hacer con
Sebastián del Amo un retrato muy personal de Mario Moreno toda vez que esto no
es tampoco una comedia ligera. En realidad, es un melodrama, un melodrama muy
bueno.
Este punto lleva directamente a
la siguiente virtud de la película: el guión. Escrito por el novato Edui
Tijerina y el propio Sebastián del Amo, parece simple: la historia se centra en
el productor que levantó la película Around
The World in Eighty Days en 1956. Y visto que Mr. Todd no tiene ni idea
de quién es “Cantinflas”, el guión puede llevarnos de regreso a los años en que
Mario Moreno comenzó su incursión en el teatro de carpa. La historia va y viene
entre tiempos y cuenta efectivamente dos historias que confluyen en una escena
climática que nos deja con ganas de más. No está mal. Además, con un personaje
tan controvertido, manoseado, criticado (bien y mal) y, en suma, tan poco
comprendido como “Cantinflas”, lo mejor era ser superficiales, que no frívolos.
La película cuenta bien lo que todo mundo sabe y lo hace con buena producción,
buena imagen y una extraordinaria actuación (que no imitación). Con respecto a
lo que no todo mundo sabe o no recuerda de la misma forma, los escritores pasan
por ahí con pies de barro. No se detienen ni en el activismo político ni en las
relaciones amorosas de “Cantinflas” ni mucho menos en el sucio asunto de la
lucha por su fortuna personal.
En este y otros sentidos la
forma en que los guionistas llevan adelante la historia recuerda el Chaplin que dirigió Richard
Attenborough en 1992. Attenborough no hubiese podido entrar en detalles con
respecto a la pugna entre Chaplin y Edison, por ejemplo. No lo hizo o, al
menos, no a profundidad. El mejor ejemplo, me parece, de un guión con base en
un personaje tan complicado es The
Queen, obra maestra de Stephen Frears de 2006. En Cantinflas, como en las películas de marras, los guionistas
tienen la sabiduría de dejar pasar las partes que pudiesen ofender a muertos y
a vivos para centrarse en el retrato (que no la caricatura) de un hombre tan
complejo, tan amado y odiado como Mario Moreno “Cantinflas”.
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Cantinflas. Dirección: Sebastián
del Amo. Guión: Edui Tijerina y
Sebastián del Amo. Música: Aleks
Syntek. Fotografía: Carlos Hidalgo. Con Óscar Jaenada, Michael Imperioli e
Ilse Salas. México, 2014.
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