Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora
Es un clásico del cine policiaco: el “bueno”
que persigue al “malo” de la película termina por admirarlo. Por ahí va la cosa
en La dictadura perfecta de
Luis Estrada. El malo es, claro, el sistema encarnado en dos estereotipos: un
gobernador corrupto y el director de “cierta televisora”. El bueno es, faltaba
más, el maestro Luis Estrada, quien caricaturiza la compleja situación del país
en un tenor que hoy resulta tan inocente que recuerda el Calzonzin Inspector que dirigió Alfonso Arau en 1974, aunque
con una producción mucho mejor.
Ahora, en tanto caricatura, resulta
lógico que el gobernador corrupto caiga bien. Además, Damián Alcázar (nuestro Góber Precioso) es extraordinario
actor. Prácticamente toda la comedia recae en su simpatía, un problema cuando
lo que se pretende es criticar al statu
quo. Además, Estrada enfrenta a Alcázar con otro actor admirable, tanto,
que como malo resulta más bien bastante bueno: Tony Dalton es el ejecutivo de
altos vuelos en TV MX, así, nada de Televisa, nada de Televisión Azteca. ¡Ah! Qué
lejos parecen hoy los días en que Estrada consiguió que el gobierno le
patrocinara La ley de Herodes
con todo y que decía PRI, así con sus tres letras sobre fondo tricolor. ¿Qué le
pasó a Estrada que ahora no solo dice PRI, también PAN y PRD, pero se niega a
decir Televisa o TV Azteca? La respuesta está quizás en aquel refrán de que
entre el amor y el odio hay un paso. Veamos: el ejecutivo-cuyo-nombre-no-se-pronuncia
es muy amigo (se sabe) de Tony Dalton. Es evidente que Dalton se las arregló
para hacer una caricatura de su amigo sin que nadie saliera ofendido, pero la
cosa no para ahí: el “malo” en cuestión resulta ser el único que en toda la
película tiene cerebro y, aunque Estrada no se haya dado cuenta, también ética
y moral. En efecto, el ejecutivo es quien lanza esta frase editorial que no por
sobada es menos cierta: “A este país se lo va a llevar la chingada.” Con
semejante sabiduría, dinero, chicas guapas y poder, no dudo que haya más de un
adolescente que legítimamente se identifique con este ejecutivo de “cierta
televisora”. Al menos Estrada lo hizo. Y que conste que adolescente no es.
Total, que a La dictadura perfecta hay que disfrutarla con calmita para
ver que el jefe cuyo nombre no se pronuncia está muy lejos de ser un “malo” que
hay que denunciar. En la vida real, el ejecutivo al que caricaturiza Dalton no
solo no es malo, es simplemente un empresario tan inteligente que sí, uno
termina por admirarlo. Aclaro de una vez que al dueño de TV MX, el Perrito Estrada no se atreve ni
siquiera a tocarlo: “el jefe está en una junta”, dice Dalton cuando el Góber
Precioso quiere hablar con él. En fin, que La
dictadura perfecta no solo demuestra que entre el amor y el odio hay un
paso sino, también, que entre Estrada y autores como Oliver Stone, Costa-Gavras
o el mismo Arau (antes de que comenzara a hacer el ridículo) hay un gran paso. Triste
que el autor de La ley de Herodes
se haya vuelto una institución tan predecible como esa dictadura que dice
criticar.
La
dictadura perfecta. Dirección: Luis Estrada. Guión: Luis Estrada y Jaime Sampietro. Fotografía: Javier Aguirresarobe. Con Damián Alcázar, Tony Dalton y
Osvaldo Benavides. México, 2014.
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