Fernando
Zamora
@fernandovzamora
Moebius, el artilugio topológico,
parece demostrar la infinitud. En una superficie doblada sobre sí misma, uno
puede siempre avanzar. ¿Por qué se llama Moebius
la última película de Kim Ki–duk? Trataré de dar una respuesta parcial.
En Más allá del principio del placer, Freud dobla la psique
humana como una cinta de Moebius y demuestra que el camino del dolor y el
camino del placer se encuentran y complementan. Moebius pareciera querer demostrar esto: un muchacho sin
pene encuentra en el dolor la sublimación sexual.
El cine coreano en general, y Kim
Ki–duk en particular, gozan de esta característica: la influencia budista y la
influencia cristiana se amalgaman en un todo que se ofrece, además, en una
sociedad tan altamente industrializada que es capaz de poner en duda los
supuestos del positivismo; a saber: que mientras más progreso, más felicidad.
Corea es el único país de Asia que
se convirtió al cristianismo sin necesidad de una invasión armada. En Corea del
Sur el cristianismo es parte de una cultura ancestral y este hecho permite a
Kim Ki–duk explorar La Noche Oscura del Alma (ese concepto tan propio del
misticismo cristiano) desde una perspectiva que, aunque no es europea, resulta
profundamente freudiana.
Porque puede que uno crea (con un
dejo de soberbia intelectual) que Freud está superado, pero el Edipo en tanto
pugna simbólica por los afectos está más vigente que nunca, entre otras cosas
porque el Premio Nobel Eric Kandel ha demostrado (en 2012) que hay bases
neurológicas para suponer que al menos en algunas cosas Freud tuvo razón. La
pugna simbólica del Edipo readquiere sus características de tragedia griega, de
fábula tan profunda que es capaz de ofrecer una catarsis o purgación en esta
extraordinaria película: Moebius.
Para no cometer la mala educación
de adelantar la trama, analicemos algunas cosas que no tienen que ver en
absoluto con la construcción narrativa de una película tan compleja. ¿Por qué
los personajes no hablan? Lacan (el más freudiano de los freudianos según él)
pensaba que El Habla era el acto humano por excelencia. Solo a través del
habla, pensaba Lacan, era posible la cura. Pero Kim Ki–duk evidentemente va más
allá: la castración (simbólica o real) no puede curarse con el habla. Hay un
tercer camino y es aquí donde la ciencia de los sueños que inauguró Freud tiene
muy poco qué decir. Es aquí donde entra en acción una última escena de devoción
religiosa: la cabeza cercenada del Buda oculta el cuchillo y oculta el perdón.
El falo del padre es la amenaza y es la salvación, el deseo erótico por la
madre es a un tiempo la potencia y la impotencia. Solo lo que ella ha dado (el
falo), ella, la madre, puede hacerlo funcionar.
Al menos así suceden las cosas en Moebius, una de las mejores
películas de este director coreano reconocido internacionalmente por sus
fábulas religiosas que aquí, por primera vez, se mezclan con la ciencia del
inconsciente. En efecto, en el camino de la superficie sin fin, Freud se
encuentra dentro de aquella oscura noche del alma que anunciaba san Juan de la Cruz.
Moebius (Moebiuseu). Dirección: Kim Ki–duk. Guión:
Kim Ki–duk. Fotografía: Kim Ki–duk. Con Jae–hyeon Jo,
Young–ju Seo y Eun–woo Lee. Corea del Sur, 2013.
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