Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora
La
discusión está en el aire. ¿El cine es ante todo arte visual o arte narrativo? Yo
a menudo me he inclinado por la primera opción. Creo que el cine es
consecuencia directa de una búsqueda pictórica que quería atrapar el
movimiento. Quien dude que el cine puede
ser arte visual que vea O menino
e o mondo, una fascinante película que, en la curaduría de la 58
Muestra Internacional de Cine, continúa con el tema de la depresión económica
del mundo en este siglo que nos tocó vivir.
Parece
exclusivamente anecdótico apuntar que Alê Abreu realizó cada uno de los miles
de dibujos que forman esta animación. No lo es. Abreu es como los artistas del
Renacimiento que obsesionados con un tema podían pasarse varios años trabajándolo.
El misticismo de esta aspiración al arte también está aquí.
Si
la forma no fuese tan superior al fondo, O
nenino e o mondo podría ser un panfleto. Después de todo la historia va
de un niño que vive el desarrollo de la Revolución Industrial
en Brasil: desde las plantaciones algodoneras del XIX hasta las favelas que
conviven junto a rascacielos arrogantes y fastuosos en el XX. El mensaje es
sabido: que el futuro está atrás, que la industrialización solo ha traído
miseria y que estábamos mejor en los viejos tiempos en que solo plantábamos
para comer. Pero la forma es espectacular. El viaje de este niño por el mundo
alrevesado del capitalismo salvaje tiene la fuerza de El principito, no solo por lo forzadamente simbólico de todo
el asunto sino por lo hermoso del objeto en sí.
Estoy
convencido de que la salud fílmica de un país se mide por el cine de animación.
No hay país imprescindible en la historia del cine que no tenga grandes
animaciones. Y cada una de ellas tiene su estilo: no es lo mismo la animación japonesa
que la rusa o la estadunidense. Brasil es un país que en América Latina es el
Goliat del cine entendido como arte, pero le faltaba una corriente de
animación, un estilo tan propio como el que consigue Alê Abreu y que, por
supuesto, se conecta también con la gran tradición de animaciones del mundo. En
los decorados de la ciudad y en los personajes oscuros, burgueses, de sombrero
de copa adivinamos las influencias rusas; en la lucha de dos aves entendemos el
homenaje a la inglesa Pink Floyd: The
Wall, en el onirismo hay algo de animación francesa y en la
construcción de una historia paralela se evidencia la libertad del anime japonés. Hay sin embargo
algo que da a todas estas influencias un respiro, un aire renovado. No se trata
solo del uso del sonido y los letreros al revés (tal vez para simbolizar que el
capitalismo posterior a la Revolución Industrial es un mundo alrevesado).
No. La novedad, la originalidad de la obra de Abreu está en las secuencias que
asemejan un caleidoscopio, en el collage
de técnicas que incluyen la animación tradicional y la tecnología de punta y
sobre todo en esos adorables “monitos” que siguen al niño del título por un
Brasil militarizado e impotente, un Brasil huérfano pero lleno de vida
interior.
O menino e o mundo (El niño y el mundo). Dirección: Alê Abreu. Guión: Alê Abreu. Fotografía: Débora Fernandes, Débora Slikta Luis Enrique Rodrigues
y Marcus Vinicius Vasconcelos. Con la voz de Vinicius Garcia, Brasil, 2013.
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