viernes, 22 de marzo de 2013

Camelot en Dinamarca



Por: Fernando Zamora

A Royal Affaire habla del mal en la sociedad. El rey Christian VII de Dinamarca es un poco excéntrico. Estamos en el siglo XVIII y, aunque nadie se atreve a decirlo, está loco. Conforme avanza la película, sin embargo, entendemos que, independientemente de su enfermedad, el rey tiene también deseos de grandeza. Casado con una princesita inglesa, el rey pareciera destinado a ser y a hacer infelices a los que lo rodean hasta que se aparece en su vida un héroe: un doctor alemán con todas las características del hombre ilustrado: ateo, altruista y amante tanto de la Revolución Social como de las mujeres. Con la irrupción de este personaje, comienza uno a intuir cuál es la respuesta que da esta película al mal en la sociedad; necesitamos, por tanto, “unos malos”.
Los malos aquí son, claro, las clases privilegiadas, los aristócratas, los terratenientes, la reina madre y un oscuro príncipe de aspecto idiota que quiere la corona de su loquísimo hermano. Todos ellos desean mantener en la oscuridad a Dinamarca a pesar de los intentos del doctor que, ya involucrado en asuntos de gobierno, se dedica a influir en el rey para dar al pueblo algo de justicia social. Si uno lo mira bien, la cosa es marxista: los malos son una clase y la historia avanza en la oposición entre las distintas clases. Nuestro héroe, el doctor, juega bien su papel de redentor del proletariado en un filme muy entretenido, muy bien escrito y muy bien actuado. El problema del mal y de la injusticia, sin embargo, está más allá de un problema de clases y no basta caricaturizar a la oligarquía con base en clichés que ya todos conocemos (ricos gordos y religiosos) para explicar suficientemente el problema de la injusticia social. El mal está en otra parte.
Uno de los aciertos más interesantes de A Royal Affaire, es la comparación explícita de su propia historia con el Camelot del Rey Arturo. La historia en el fondo es la misma: hay un rey enfermo en cuyas manos está el futuro del pueblo, una reina infeliz y un gran amigo; el mejor amigo, el amigo más justo y el más infiel.
Como siempre, Camelot está destinado a la decadencia. La brillantez de un periodo histórico no se mantiene nunca y no bastan las buenas intenciones de un doctor justiciero para resolver el problema de la desigualdad, de la locura del rey, de su propia lujuria, del mal. Y aunque la película se empeñe en hacer de nuestro doctor un héroe (el hombre ilustrado por excelencia) la verdad es que ni los hombres del siglo de las luces ni sus seguidores comunistas en el siglo XX, consiguieron nunca cumplir lo que prometían. El mal siempre destruye a Camelot.
A Royal Affaire es una gran película. Poco importa su marcada visión marxista en la interpretación de los hechos, poco importa que quiera hacernos creer que la culpa es, toda, de una “clase social”. Ya lo aprendimos con los poetas románticos: que el mal y la injusticia son cosas mucho más misteriosas.

A Royal Affair (La reina infiel). Dirección: Nikolaj Arcel. Guión: Rasmus Heisterberg y Nikolaj Arcel,  basados en la novela de Bodil Steensen–Leth. Fotografía: Rasmus Videbæk. Música: Cyrille Aufort y Gabriel Yared. Con Mads Mikkelsen, Alicia Vikander y Mikkel Boe Folsgaard. Dinamarca, Suecia, República Checa, 2012.

1 comentario:

  1. No entiendo mucho la analogía ni la pertinencia del camelot. La película, con su matiz utópico de los ideales ilustrados, no deja de conmover por el natural efecto del cine de la generación. Poca justicia hace a la reina y quizá sería interesante analizar la postura que tendría una mujer como agente implícito en las transiciones de una sociedad.
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