Por: Fernando
Zamora
@fernandovzamora
Según anuncia el boletín de Matar extraños, la idea de los
directores es “poner en escena una revolución”. Con esta palabra se entiende no
solo el levantamiento de 1910; Nicolás Pereda y Jacob Schulsinger están
hablando de una revolución estética. Si los autores revolucionan al cine o no,
es algo que el público puede averiguar apenas se estrene, a mí me corresponde
ponerla en contexto y para ello la encuentro acorde con el experimento fílmico
de Oliver Debroise que se llamó Un banquete en Tetlapayac. Tanto
en Un banquete… como en Matar extraños, los autores batallan por romper con los
convencionalismos y se unen, con este hecho, a una larga tradición de ruptura de
tradiciones. Cuando se encienden las luces de la sala uno no sabe si los
autores llegaron a este resultado (que por cierto, ha dado un giro en el
circuito de festivales del mundo) porque se les acabaron las ideas, porque se
les acabó el dinero, o ambas cosas. Las escenas que se rodaron para hacer el
casting fueron armadas en forma más o menos aleatoria para hacer toda la
película.
Si uno piensa que la casualidad
puede hacer arte, que vea Matar extraños.
Hay una secuencia en que, como parte del casting, un actor cuenta en primera
persona (y clave trágica) el argumento de Mi
pobre angelito. Suena el celular; el actor se levanta, contesta.
Entendemos entonces que sigue actuando: la “revolución” se ha trasladado desde
la realidad histórica hasta la ficción. En otra escena, otro actor recita la letra
de “Revolution” de los Beatles aunque, claro, con pompa y circunstancia; a
punto de llorar.
La fotografía, la reiteración, la
lentitud de esta película nos permiten adivinar las influencias de los cineastas:
Maya Daren, Godfrey Reggio, Dziga Vertov. El “cine ojo” sigue vivo en el anhelo
experimental de estos jóvenes directores que han hecho todo para sacar adelante
su proyecto. El deseo de filmar es, a menudo, más agudo que la sensatez.
En este espacio no vale la pena
atacar películas como Matar extraños.
Suficientemente compleja es la vida del cineasta necesitado de espacios. Además,
sobran las columnas que solo maquilan opiniones a favor de la película en
turno, esos churros hollywoodenses que Estados Unidos espeta en toda pantalla
nacional. Matar extraños tiene
la virtud de mostrar que hay otro cine que sigue buscando “algo”. Mientras haya
arte habrá experimentación.
Matar
extraños es
un experimento visual que explora las fronteras entre el cine y el ensayo,
entre el cine y el teatro, entre el cine y la realidad. Si el arte
cinematográfico no estuviese tan manoseado por el gran capital, probablemente
estaríamos llenos de experimentos así; tantos como hay en las artes plásticas. En
la pintura, por ejemplo, el comercialismo se manifiesta a través de una
experimentación descocada y, a menudo, carente de sentido, pero en el cine
sucede lo contrario: los experimentos fílmicos navegan contra la corriente del
capital.
Matar
extraños es
una película excéntrica y en lo excéntrico está a menudo la semilla del arte.
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FICHA TÉCNICA
Matar
extraños. Dirección:
Nicolás Pereda y Jacob Schulsinger. Guión:
Nicolás Pereda y Jacob Schulsinger. Música:
Bo Rande. Fotografía: Nicolás Pereda
y Jacob Secher Schulsinger. Con Gabino
Rodríguez y Tenoch Huerta. México, Dinamarca, 2013.
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