Por: Fernando
Zamora
@fernandovzamora
Philomena, la última película de Stephen
Frears, es un film malicioso. Malicioso sin embargo es, en narrativa, un
término bastante positivo. “Hay que ser maliciosos como escritores” dice
Vicente Leñero y creo que tiene razón. Philomena
es maliciosa porque atrapa al espectador con una sarta de lugares comunes para
darle más adelante algo que no espera escuchar. Hay en toda la historia al
menos dos giros dramáticos que han de conducirnos a un lugar al que no
esperábamos llegar.
Frears, el director, es disparejo. The Queen (esa película que
trataba de la crisis del gobierno de Tony Blair ante la muerte de la princesa
Diana) es una obra francamente hilarante aunque antes Frears dirigió también dos
o tres filmes insufribles. Mary Reilly
por ejemplo, con todo y que está basada en el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, fue un fracaso
monumental. Tengo la impresión de que Frears busca la moda y lo de hoy es
atacar a la iglesia católica. Así parece ser Philomena: un ataque, pero con sentido del humor
inglés. La comedia surge del encuentro
entre un estirado político londinense y una simple mujer irlandesa que quiere recuperar
al hijo que unas malvadas monjas le arrebataron cuando era apenas una niña.
A pesar de los lugares comunes (o tal vez justamente
por ellos) Philomena fue nominada
para cuatro Oscar: mejor película, mejor actriz, mejor guión adaptado y mejor
música. No creo que el filme tenga los tamaños para competir por la mejor
película, aunque con el Oscar nunca se sabe. En la categoría de mejor actriz
puede que le vaya mejor y en el de guión adaptado… No lo sé. La película está
basada en la novela de un político acusado de corrupción que se levantó del
escándalo volviéndose uno de esos escritores que ama la crítica británica: tan
liberal como sarcástico. Todos los clichés de la moral políticamente reinante
se reproducen en Philomena
cual relojito, pero Frears consigue darles un sabor agridulce, puro melodrama
con sus ratos de risas y sus ratos de llorar al menos un poco. En cuanto a la
música, efectivamente llama la atención aunque se ve tan influenciada por John
Williams, que de pronto tiene uno la sensación de haber salido de la película Doubt para entrar en Harry Potter.
Philomena tiene todos los defectos que
necesita un melodrama para triunfar. Tal vez sea cierto lo que dice la editora
al periodista en crisis: “lo que quiere la gente es una historia con un final
muy triste o muy alegre.” Si es uno o lo otro, lo decidirá el público, porque la
verdad es que vale la pena volver a ver a Judi Dench. Por su parte, el
periodista cínico es aquí Steve Coogan (quien fue también productor y
coguionista). Coogan da al guión el sentido del humor acido, contenido e
hiriente de un buen filme inglés, uno de esos que, como Frears, ha crecido
inspirado en el mítico grupo de Monty Python.
Philomena es maliciosa porque más que un
filme de denuncia es un filme de perdón. Tiene la estructura de un cuento de
hadas circular, uno de esos que termina en el mismo lugar en el que comenzó,
como el Pájaro azul.
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FICHA TÉCNICA:
Philomena. Dirección: Stephen Frears. Guión:
Steve Coogan y Jeff Pope basados en una novela de Martin Sixsmith. Música: Alexandre Desplat. Fotografía: Robbie Ryan. Con Judi Dench y Steve Coogan. Estados
Unidos, 2013.
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