Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora
Hay críticos que han escrito que la película Inside
Llewyn Davis (Balada de un hombre común) de los hermanos
Coen, es menor. Tal vez lo sea, sobre todo si la comparamos con películas del
tamaño de O Brother, Where Art Thou (2000), Fargo
(1996) o Barton Fink (1991). Sin embargo no comparto la noción de
que solo es, como ha escrito un estadunidense, “una sucesión de musicales sin
hilo conductor.” Tampoco en el festival de Cannes 2013 parecen haberla visto
con tan mala voluntad, le otorgaron el año pasado el Grand Prix
del jurado. Los detractores de Llewyn Davis son, sobre todo, los
amantes del Folk. Quien haya vivido en los Estados Unidos sabrá que por
aquellos lugares la música Folk puede volverse un asunto muy serio. Hay
quien ha dicho que el retrato que hacen los Coen del ambiente en el Greenwich
Village en los años sesenta lejos de ser “vibrante” es
más bien triste. Yo no veo la tristeza, al contrario, hace mucho que no me reía
tanto. Con los Coen, creo que no me dolía el estómago a causa de las carcajadas
desde The Big Lebowski,
aunque entiendo que a un apasionado de esta música mi risa pueda parecer cruel.
Si bien es cierto que los Coen se burlan de sus criaturas, es de notar que en
el fondo se están burlando también de ellos mismos: a los artistas en sus
películas, no los dejan en paz.
“La historia del mundo es solo un telón en el que yo
escribo mis historias”, decía Dumas no exento de arrogancia, y los Coen hacen
lo mismo, el Village y el Folk son un telón de fondo para hablar de
cosas profundas. Para comenzar está la estructura narrativa circular. Llewyn
Devis parece vivir dentro de una pesadilla que se llama arte y es entonces
cuando los autores reflexionan en torno a la necesidad de crear. En el mundo de
los Coen, el tesón de Llewyn Davis solo puede compararse con el del guionista
Barton Fink: si Barton se enfrentaba con el diablo en su viaje al infierno
llamado “Hollywood”, Llewyn se enfrenta al diablo en un viaje a Chicago. Este
músico es un Sísifo que sube eternamente una roca por la ladera de la montaña
para luego, dejarla caer. Hay que leer a los Coen en clave mística. Viajan
entre los mitos judeocristianos (diablos incluidos) y el mito fundacional de
Odiseo. Tal vez los Coen son los Coen porque no se miden con el director de
moda. Sus referencias son homéricas aunque, claro, no todos los cantantes de Folk
pueden verlo.
Por otra parte, Inside Llewyn Davis es
más que una película “libremente basada en la biografía del activista y
cantante Dave van Ronk”. ¿A quién le importa Dave van Ronk? A mí no. Y sin
embargo, me interesan los mitos fundacionales. Llewyn Davis es una pesadilla en
la que despertamos una y otra vez: dentro del músico, justo como anuncia el
título en inglés.
Son símbolos: Ulises, el gato que vuelve a casa, el
diablo que es John Goodman (como lo fue ya en Barton Fink) y el viaje, sobre todo el viaje: un hombre
camina con su guitarra a cuestas. El instrumento le pesa como a Sísifo la piedra.
Es el peso, la pesadilla del arte.
FICHA TÉCNICA
Balada de un
hombre común (Inside Llewyn Davis).
Dirección: Ethan y Joel Coen. Guión: Ethan y Joel Coen. Fotografía: Bruno
Delbonnel. Con Oscar Isaac, Carey Mulligan, John Goodman y Justin
Timberlake. Estados Unidos, 2013.
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