Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora
La
repetición es un tópico importante en la teoría de Freud, esa que a principios
del siglo pasado dio origen al principio de muerte, ese que, en la repetición,
está más allá del principio del placer. La repetición es el tópico más
inquietante en Big Eyes de Tim
Burton.
Big Eyes
no es la mejor película de Burton pero tiene el poder de las obras menores de
un gran maestro. Hay que decir también que, aunque el diseño de producción está
a la altura de Edward Scissorhands, el tono no cuaja del todo.
Se
sabe que están de moda las novelas–sin–ficción. La de Burton es una película–sin–ficción.
Parece sin embargo que el cineasta no ha pensado a profundidad las
implicaciones de este tipo de cine. En este sentido vale la pena comparar a
Burton con Javier Cercas quien en El impostor
cuenta una historia muy semejante a ésta aunque con un resultado mucho mejor.
Es
justamente la aparente falta de reflexión de Burton en torno a los mecanismos
de la narrativa–sin–ficción, lo que se traduce en un problema general de tono.
Y es que el más adecuado para contar esta historia está logrado en los momentos
en que la cámara y el montaje imitan al documental. Pero Burton es Burton y
tengo la impresión de que los documentales deben aburrirlo muchísimo. Las
partes más divertidas en Big Eyes
son por eso las más fuera de lugar.
Me
he quedado con la impresión de que Big
Eyes es una película hecha por encargo. No se trata solo de que detrás
de la historia haya tanto dinero de por medio. Hay secuencias que parecen
dirigidas por el asistente del director. La cámara no termina por estar en el
mejor lugar, algo muy raro en el cine de este director.
Y
sin embargo se mueve. Big Eyes
permite ver algunas de las filias y fobias del afamado cineasta. A lo largo de
toda la película uno respira un desprecio de Burton hacia autores como Andy
Warhol. Hay, en todas las alusiones al rey del arte pop, un tufillo a veneno,
un desprecio que resulta interesante en la interpretación global de la obra de
un artista como el que estamos tratando.
Por
otro lado, está el hecho de que los dibujos de niños de ojos grandes parecen
haber inspirado al mismo Burton. Si uno no conociera la historia de Margaret
Keane correría el riesgo incluso de pensar que las pinturas son de él; tal vez
por eso el director se cura en salud y deja claro que Keane es una artista muy
menor, pero otra vez, en esta contradicción la película parece fuera de tono.
La
repetición es un tópico importante tanto en la teoría freudiana como en la
película Big Eyes. Uno se
pregunta por qué la mujer ha ido saltando de relación en relación para repetir
el abuso perpetrado contra ella; uno se pregunta por qué el marido puede conseguir
mujeres tan heridas que solo una religión como la de los testigos de Jehová
puede darles contención. Uno se pregunta: ¿por qué será que ni Tim Burton ni
Margaret Keane pueden dejar de vivir obsesionados con niños que, abandonados
por sus padres, miran el mundo detrás de sus ojos grandes?
Big Eyes (Ojos grandes).
Dirección: Tim Burton. Guión: Scott Alexander y Larry Karaszewski. Fotografía: Bruno Delbonnel. Con Amy Adams, Christoph Waltz y Krysten Ritter. Estados Unidos,
Canadá, 2014.
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