Fernando Zamora
@fernandovzamora
Cartel Land
(Tierra de cárteles) padece desequilibrios.
Es posible atribuirlos al hecho de que vivir en un sitio en que los criminales
pueden entrar a tu casa y violar a tu mujer y a tus hijas delante de ti produce
un poco de estrés, pero en el caso de Cartel
Land la cosa va más allá. Y es que a pesar de que, como documental,
cuenta su historia con una narrativa muy sólida, a menudo interfiere con
nuestras emociones el pegote de dos historias por completo diferentes. Por un
lado están los vigilantes de Estados Unidos, esos que se han dedicado a cazar migrantes.
Por el otro está la historia del doctor Mireles, quien saltó a la fama como
jefe de las autodefensas michoacanas y que fue visto por muchos como un héroe
salido de las páginas de un relato medieval. Era un Robin Hood.
Las
dos historias no tienen nada en común. O quizá solo esto: un grupo de civiles,
desesperanzados con la posibilidad de que el gobierno haga algo, decide tomar
las armas y lanzarse a hacer justicia por mano propia. Cuidado. Durante una de
las secuencias más notables de Cartel
Land un hombre indignado grita al Papá Pitufo (segundo en la línea de
mando del doctor Mireles): “están ustedes usurpando las atribuciones del Estado”.
El hombre tiene razón. Puede que la moral supuestamente revolucionaria se
maraville con la entereza de un hombre que decide tomar un arma y ponerse a
matar a los malos de la película en plan de caballero justiciero. Lo malo
comienza, por supuesto, cuando uno se da cuenta de que fue así que llegaron los
Caballeros Templarios, fue así que llegaron los Cárteles. Fue así que México,
Colombia; Afganistán e Irak (ahora con el ISIS) se hicieron de algunos de los
grandes criminales de la historia. La narrativa de Cartel Land goza, pues, de esta doble moral molesta: no sabe
uno qué territorio pisa; no sabe uno si los personajes están siendo exaltados
por el director o si éste se ha metido en la cabeza la posibilidad de
retratarlos “tal cual”.
Personalmente
creí que la noción de un documental objetivo, interesado en retratar la
realidad sin juicios, había quedado atrás gracias al famoso (infame para
muchos) Michael Moore. Moore puede ser todo lo incongruente que se quiera, pero
dio al cine una certeza: la cámara es un rifle. No es posible ser objetivo
contra la persona a quien disparas. Así, Cartel
Land o peca de inocente o no supo ofrecer al público una historia
moderada pero subjetiva. Y es que si bien es cierto que la realidad no es un western lleno de buenos y malos,
también lo es que toda moneda tiene dos caras y los grandes documentales tienen
la virtud de ofrecer las dos.
Dicho
lo anterior, hay un valor que hace de Cartel
Land una obra maestra: la cámara. No importa que el director Matthew
Heineman se haya perdido en el armado de estas dos historias que no solo no
pegan, a menudo se contradicen. En tanto fotógrafo, el mismo Matthew Heineman
entró en combate. Estuvo al frente y, tal vez como los soldados en las batallas
de verdad, se perdió tanto con el silbido de las balas que no terminó por saber
ni quién era ni quién era el enemigo ni cuál era la verdad.
Cartel Land (Tierra de cárteles).
Dirección: Matthew Heineman. Guión: Matthew Heineman. Fotografía: Matthew Heineman. México,
Estados Unidos, 2015.
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