Fernando Zamora
@fernandovzamora
Hace algunos años un crítico
escribió que la última historia de amor era Lolita.
Yo lo creo. Tal vez por eso me ha gustado tanto Avant l’hiver que es, en muchos sentidos, una reinvención de
la famosa novela de Nabokov.
Estoy convencido de que
contar la trama de una película es un acto de mal gusto que todo libro de
modales debiera reprobar. No ahondaré demasiado en la relación de Lolita, pero para interpretar
esta historia de amor es necesario decir dos o tres cosas: que Paul es un
exitoso neurocirujano que vive en Luxemburgo, que a pesar de que es muy rico su vida es el trabajo, que está felizmente casado con una
mujer muy aburrida, que tiene a un hijo que a los treinta años es billonario y
que un día en que comienza a sentirse ya viejo se encuentra con una hermosa
muchachita marroquí en un café.
Si en México un profesionista
de éxito se diera cuenta que su hijo está comprando yates pensaría que se
volvió narcotraficante. En Luxemburgo (donde sucede Avant l’hiver) ser corredor de bolsa produce tanto dinero
como aquí el narco. Sin embargo, es legal, pero Paul sabe que hacen falta tan
pocos escrúpulos para ser líder de un cártel como para ser banquero en el oeste
de Europa.
Con estos personajes, Claudel
no solo da un giro inquietante a aquella última gran historia de amor: Lolita. Hace además una lectura
simbólica del estado del mundo actual.
Porque efectivamente el
millonario trabajador, el profesionista exitoso, el neurocirujano que se da
tiempo para escuchar las razones por las que sus pacientes no quieren perder la
memoria representan cierta clase de capitalismo que, aunque noble, ha dado
lugar a auténticos criminales de cuello blanco. Gracias al dinero de su padre, el
hijo de Paul se ha convertido en banquero y en sus jugadas financieras está produciendo
a personajes como su madre y como el nuevo objeto del afecto de papá. La madre
es la burguesa de vieja escuela que aún espera al marido por las noches para
hacerle de cenar. Practica la jardinería en una casa que en México solo podrían
tener políticos o actrices. En Luxemburgo una casa así puede tenerla un buen médico.
En el sistema que da condición de posibilidad a nuestra historia de amor, la
esposa de Paul representa a todos esos aburridos esposos, hijos y, en suma,
herederos de los grandes millonarios del mundo que no tienen otra cosa que
hacer que quejarse de lo aburrido de su vida… y hacer crochet. La relación más
inquietante, sin embargo, es la que se establece entre este millonario y una
joven que en el mismo sistema representa a países como el nuestro: lo que aquí es
un oficio tan deleznable como el secuestro, en Luxemburgo es el equivalente
prestigioso de un banquero que para enriquecerse ha empobrecido al mundo.
Avant l’hiver es una de las
mejores historias de amor que yo haya visto. Lo es porque sin las condiciones
que ha generado el hijo sin escrúpulos del protagonista, el millonario sesentón
no podría enamorarse de esta pequeña criminal que no tiene otra posesión que todos
los sueños del mundo.
Avant l’hiver (Antes
del invierno). Dirección: Philippe Claudel. Guión: Philippe
Claudel. Fotografía: Denis Lenoir. Con Daniel Auteuil, Kristin
Scott Thomas, Leïla Bekhit. Francia, 2014.
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